JAVIER M. DE LA HORRA
Marta Moreno Marcos (Navalmoral de la Mata, 1979) es profesora asociada en la Escuela de Relaciones Laborales de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y abogada en ejercicio. Especializada en derecho social, cooperativo y tecnológico, dirige en esta universidad el título de postgrado Auditoría y Consultoría Sociolaboral. En el Día Internacional de los Trabajadores, lamenta el progresivo empobrecimiento de las clases medias y trabajadoras «con la creación de una nueva clase social: la de los trabajadores pobres». Moreno advierte que la reforma laboral «ha trastocado todos o casi todos los elementos de protección del trabajador», y alerta de que la siguiente fase «será el ataque al contrato indefinido que defienden los economistas con la incorporación del llamado contrato único”.
En el ámbito laboral, ¿qué lecciones nos está dejando la crisis?
En primer lugar, cabría destacar la destrucción de empleo como principal canalizador de los ajustes que se están produciendo en el sistema socioeconómico actual, que ha venido como consecuencia de las políticas económicas cortoplacistas y especulativas llevadas a cabo en la última década. En esos tiempos muchas personas poco cualificadas creyeron en el espejismo de la abundancia y no podían esperar que hoy se verían, desgraciadamente, en situaciones de riesgo de pobreza o exclusión social.
En este escenario, y si queremos ser un país de primer orden, hay que preparar una transformación del derecho del trabajo y de las relaciones laborales y de seguridad social acordes a los procesos de globalización económica y tecnológica. Estos cambios van a requerir trabajadores cada vez más cualificados y más especializados, capaces de adaptarse a cualquier eventualidad con una disponibilidad de 24 horas los 7 días a la semana. El problema es que este cambio que han detectado algunas personas, que digamos “hicieron los deberes en su día”, no encuentran oportunidades porque no hay empresas en este país que puedan absorber esos perfiles, con lo que esas personas están trabajando para la economía de otros países más avanzados. Los países desarrollados apuestan por atraer capital humano y España es un país que lo está exportando, con lo que cada vez somos más pobres y la lección no se ha aprendido.
Me apena mucho cuando el gobierno se felicita de “la recuperación de empleo” en el sector de la construcción, y no en la creación de empleo en sectores más innovadores o tecnológicos. Un país que no invierte en educación o en investigación no está preparado para los tiempos que corren, y si las políticas de inversión no cambian, nos convertiremos en la nueva China.
La calidad del empleo se está deteriorando. ¿En qué grado y quiénes padecen más este deterioro?
Yo diría que este deterioro lo estamos sufriendo todos y todas: en primer lugar, estamos viviendo una pauperización de la negociación colectiva y de las herramientas de expresión del conflicto colectivo. Además, las reformas han venido a aumentar la flexibilidad tanto de “entrada” como de “salida”, esto es, facilitando los despidos y posibilitando nuevas formas de contratación temporal y de tiempo parcial.
Con algunos ejemplos podría señalar que todos estos cambios han producido, por un lado, que muchas personas de gran valía profesional (seniors) fueran despedidas hace un par de años y que en la actualidad se hayan reincorporado al mercado laboral con condiciones laborales y beneficios suprimidos, y cobrando salarios inferiores a los que cobraban con anterioridad a la crisis. Por otro, que personas con baja cualificación y formación sólo puedan acceder a contratos “basura” con mucha inestabilidad e inseguridad laboral. Y finalmente, que las personas con poca o nula experiencia laboral, esto es los jóvenes, no puedan acceder a puestos de trabajo dignos y opten por trabajar gratis a cambio de experiencia laboral.
En suma, un empobrecimiento de las clases medias y trabajadoras con la creación de una nueva clase social: la de los trabajadores pobres. Por no hablar del deterioro que ha sufrido también el empleo público, y de las escasas tasas de reposición tanto en el empleo público como privado.
¿Hasta qué punto y en qué materias han retrocedido los derechos del trabajador?
Esta pregunta cabría reformularla a contrario, es decir, “cuáles han sido las grandes materias laborales que no ha tocado la reforma”, ya que ha trastocado todos o casi todos los elementos de protección del trabajador. La siguiente fase o vuelta de tuerca será el ataque al contrato indefinido que defienden los economistas con la incorporación del llamado “contrato único” y que tanto bombo se está dando en los últimos tiempos.
¿Han perdido protagonismo los sindicatos? ¿Hasta qué punto el miedo a perder el empleo afecta al compromiso sindical del trabajador?
Yo creo que los sindicatos han tenido parte de culpa en este proceso. Es decir, mientras que estábamos en épocas expansivas de crecimiento y empleo, no se notó su papel a la hora de mejorar y reforzar las condiciones laborales, así como de luchar por introducir mejoras salariales o cláusulas sociales para eliminar la dualidad del mercado de trabajo mediante el diálogo social, por poner algunos ejemplos. Cuando explotó la crisis de 2007, y en los posteriores gobiernos, los sindicatos quedaron desactivados por las reformas de recortes y reajustes laborales acometidas y que han logrado cambiar el modelo de relaciones laborales. En ese momento, los sindicatos ya habían perdido el tren de agente de lucha de clase y su credibilidad. Podría decirse que el papel y la configuración de los sindicatos –a mi entender al igual que los partidos políticos- está en crisis, y se tiene que reformular para poder preservar su importante papel en este proceso de cambio que estamos viviendo.
Otra de las cuentas pendientes sigue siendo la igualdad de género dentro del mundo laboral. Las mujeres cobran menos aun teniendo igual o mejor preparación que los hombres, y siguen sin ocupar los cargos que les corresponden… ¿Qué es lo que ocurre, en su opinión, y cómo puede lograrse un equilibrio?
Pues para esto tenemos una gran variedad de respuestas, pero creo principalmente que las políticas de igualdad y lucha contra la discriminación. Por otro lado, las políticas de conciliación familiar se han visto relegadas a cambio de la incorporación de medidas de depreciación de la mano de obra y de las condiciones laborales de los colectivos más débiles (léase madres solteras, jóvenes, discapacitados, dependientes, inmigrantes…). La consecuencia principal de estas medidas es que las mujeres hemos perdido poder adquisitivo e independencia, y que las tareas de cuidado han vuelto a recaer en nosotras.
En cuanto a si sería posible una igualdad o equilibrio entre los sexos, creo sinceramente que no. Por una razón: vivimos en un mundo diseñado y gobernado por y para los hombres. Las mujeres estamos invisibilizadas y acalladas por aparentes sistemas de igualdad que yo entiendo como pequeñas luchas que nos distraen y nos apaciguan. Por lo que un equilibrio en ese sistema parte viciado.
De hecho no creo que exista ese equilibrio: durante la Historia antigua las mujeres eran el elemento sabio de la comunidad, las veneraban y las escuchaban. Supongamos que en una nueva era podría suceder lo mismo. En ese caso, en mi opinión, los hombres quedarían en un segundo plano y gozarían de las cotas de igualdad que tolerase un mundo diseñado y gobernado por y para las mujeres. Con lo que la lucha de sexos entraría en loop.
¿Cómo califica el cambio tecnológico y social de estos años?
Seguro que usted recuerda las lecciones de Historia cuando se explicaba la revolución industrial. Pues bueno, ahora estamos viviendo ese proceso de manera exponencial. Lo que pasa es que nadie nos lo explica como en aquéllas clases. Vivimos tiempos durante los cuales tenemos una sobrecarga de información brutal. Tenemos que conseguir que este proceso pueda convertirse en la revolución del conocimiento.
Entonces, ¿estamos viviendo un cambio de era como lo fue la revolución industrial?
Sí y no. Por un lado, tal y como sucedió en la Revolución Industrial, estamos viendo cómo resurge la clase obrera pobre y las desigualdades entre pobres y ricos se acentúan. Por lo que desde ese punto de vista, estamos viviendo una involución y empobrecimiento de la población y de las sociedades occidentales. Por otro lado, en el siglo XIX no existía Internet y el acceso a los bienes y al conocimiento y a la información estaba mucho más limitado.
Por estas razones, creo que los cambios se dan con mayor rapidez que en aquella época, y la ciudadanía debería tomar un papel activo en dicho cambio. Deberíamos tomar conciencia de ello.
¿Qué opina de la reforma laboral?
Si pudiera, haría un reset a todo. Las medidas de ajuste estructural acometidas han sido injustas desde todos los puntos de vista.
Parece que la flexibilidad laboral se ha impuesto a la seguridad laboral del trabajador como persona. ¿Sería necesario actualizar el sistema de protección europeo?
Creo que se está refiriendo usted a las reformas que se acometieron a favor de la flexicurity como consecuencia de la aprobación en 2006 del Libro Verde “modernizar el derecho laboral”.
Así es…
Podría darle algunas explicaciones al respecto, pero si quiere que le diga la verdad, aquí no se trata de dar mayor o menor flexibilidad o de mejorar Europa o de empoderar el diálogo social. Lo que yo sinceramente creo es que el proceso de “reajustes” financieros, macro económicos y privatizadores de gran escala que estamos viviendo, se enmarcan en un proceso negociador fuera de los intereses generales de los ciudadanos europeos. Se llama TTIP (Asociación Trasatlántica para el Comercio y la Inversión). Un Tratado Internacional de Libre Comercio que se está negociando con Estados Unidos y que como consecuencia se están acometiendo y se acometerán en el futuro reformas en todos los aspectos sin que la ciudadanía pueda apenas reaccionar y que reajustará a la baja los estándares medioambientales, sociales y de defensa de los consumidores. Si no nos movilizamos, la firma de este acuerdo conllevará decir adiós al eterno sueño que fue el modelo social europeo, si es que en algún momento logró materializarse.