
JAVIER M. DE LA HORRA
Es el silencio de la sala lo que te recuerda que estás en una biblioteca. Son las nueve y media de la mañana de un lunes de enero, y en la habitación en calma hay ordenadores portátiles desplegados sobre las mesas, estudiantes con sus botellas de agua junto a los apuntes, y jubilados leyendo la prensa. Estamos en la Biblioteca Municipal de Bidebarrieta en Bilbao, un templo de la cultura fundado en 1877. Desde entonces, los cambios que han vivido las bibliotecas han sido extraordinarios, especialmente durante las últimas dos décadas. Nada es igual en la era digital en la que estamos instalados. Uno ve hoy de todo en una biblioteca, desde discos compactos o DVDs, a ordenadores de consulta bibliográfica, desde talleres de literatura creativa, a encuentros y conferencias con escritores. Y viendo todas estas habitaciones sin libros te surge una pregunta inevitable: ¿tiene el futuro de las bibliotecas poco que ver con los libros en papel?
La biblioteca es por definición una institución cuya finalidad consiste en la adquisición, conservación, estudio y exposición de libros. «Han facilitado durante siglos el acceso a los textos. Había que acudir a la biblioteca si queríamos leer, pero ahora no es necesario acudir a ellas para hacerlo», opina José Antonio Moreiro, catedrático de Biblioteconomía y Documentación de la Universidad Carlos III. Los nuevos hábitos de lectura y consulta (a través de dispositivos digitales) parecen estar modificando el uso tradicional de la bibliotecas. «Su papel a la hora de prestar documentos es más fácil, pues lo puede hacer en línea sirviéndose de muy diversas herramientas de distribución de los documentos digitales. Incluso ha potenciado su papel a la hora de contribuir a la alfabetización y a la diseminación democrática del conocimiento. Antes, el acceso a la información estaba fuera del alcance de muchas personas. Hoy, sin embargo, se puede hacer llegar con independencia del lugar de residencia, lo que ahorra costes, desplazamientos, tiempo y esfuerzos», explica. «Las personas pueden ir menos a los edificios, lo que tampoco es muy notorio, pero no se han alejado de la biblioteca, pues por su medio alcanzan la información que necesitan«, argumenta Moreiro.
Su opinión es en buena medida compartida por Andoni Iturbe, el máximo responsable del Servicio de Patrimonio Cultural de la Biblioteca de la Diputación Foral de Bizkaia. «Los hábitos de comportamiento del usuario sí están cambiando, pero el objetivo sigue siendo que se consuma cultura, sea presencial o virtual», explica Iturbe. La biblioteca que dirige se centra en la conservación y el impulso de los documentos patrimoniales, dirigidos principalmente a los investigadores y a los estudiantes. «Con las nuevas tecnologías se están rompiendo las paredes. Además de en el espacio físico, están en el virtual. Estamos digitalizando toda la documentación histórica, a día de hoy más de 14 millones de páginas digitalizadas, y queda mucho trabajo por hacer. El acceso a través de Internet está haciendo que se vaya más allá del espacio físico«, reconoce.
Ese espacio físico ha dejado de ser un lugar destinado exclusivamente a la biblioteca. «La propia evolución de la sociedad hace que cambie el servicio. Hoy en día es un centro cultural, con conferencias dirigidas siempre al mundo del libro. Antes eran espacios más rígidos, ahora son más polivalentes», describe Iturbe. La biblioteca foral se ha convertido en un referente cultural a través de las actividades que programa, desde conferencias con escritores a talleres de literatura creativa.
Pero… ¿qué hay de los libros en papel?, ¿están restando los dispositivos digitales su número de consultas y lecturas?. «El número de préstamos viene descendiendo con los años poco a poco, no de manera drástica. Actualmente convive la lectura en papel con la lectura en dispositivos electrónicos, y creo que esta convivencia se va a dar durante mucho tiempo. En cualquier caso, si se lee menos en papel no es por los dispositivos de lectura electrónica, sino por la cultura visual en la que nos encontramos: un consumo rápido a través de los teléfonos móviles; Youtube, WhatsApp, vídeos cortos, fotografías… Me preocupa que no se tenga tiempo para leer y reflexionar, la lectura requiere tiempo y ahora todo parece ir muy rápido», argumenta Feli Sanz, la directora de la Red de Bibliotecas Municipales de Bilbao.
Un futuro en digital
Sanz considera que los libros en papel no han perdido protagonismo aún en las bibliotecas, pero que muy probablemente lo vaya perdiendo cuando se implante el préstamo de libros electrónicos, un servicio que Bidebarrieta prevé ofrecer en 2015. «Es indudable que los libros en papel cada vez tendrán menos que ver con el espacio físico que ocuparán. Por lo tanto, habrá espacios disponibles en las bibliotecas para otras actividades culturales, como talleres o conferencias. Cambiarán los espacios, y el personal que trabaje tendrá que tener más conocimientos en nuevas tecnologías», augura.
El catedrático de la Carlos III piensa lo mismo: «el futuro de las bibliotecas es digital, pero hay siempre posibilidad de espacio para la convivencia. El libro impreso es un objeto con un diseño, formato, y hasta sensualidad imbatibles. Y parece que sobrevive bien dentro del nuevo ecosistema digital». Moreiro aporta datos, tendencias de países que pueden augurar «una situación preocupante» para los libros en papel: «Diez bibliotecas de Estados Unidos y Canadá prestaron más de un millón de libros electrónicos en 2014. Además de libros, lógicamente, en esa cifra se incluyen documentos musicales, cómics, vídeos en streaming o publicaciones periódicas. En Europa parece demostrase también esta línea, según los datos sobre bibliotecas públicas en el Reino Unido publicados en 2014 por el Chartered Institute of Public Finance and Accountancy (CIPFA)«.
Todos los expertos consultados por este diario coinciden en que el presente y el futuro cercano de las bibliotecas pasa por una convivencia necesaria entre los libros en papel y los electrónicos. «Son los libros los que dan nombre a las bibliotecas, así que el futuro pasa por ellos. El libro es ahora un objeto que contiene información, que se mueve entre quien la produce y quien la consume, y alguien anda por medio para que esa asociación pueda darse», resume Moreiro.