LIBE MIMENZA CASTILLO – BBN
En cuanto acabó los estudios de bachiller y sin pensárselo dos veces, Aiara voló a EEUU «para estar un año de au pair y aprender inglés». Esa experiencia le abrió la mente y «aunque Elorrio siempre será mi primer lugar», sintió la necesidad de «salir de allí y conocer mundo». Al estar un año fuera, llegó tarde a la universidad pero cursó la carrera para convertirse en lo que siempre había deseado ser: profesora.
Antes de partir como voluntaria al continente africano trabajó en Elorrio «como repartidora de periódicos, cuidadora de niños y entrenadora de baloncesto». Mientras, estuvo cursando el Grado en Educación Primaria, realizó las prácticas de la carrera en el mismo barrio donde residía, y en su tiempo libre trabajó como niñera y en una academia donde enseñaba matemáticas, teatro y manualidades en inglés a grupos de niños de diferentes edades. Después hizo las maletas y cruzó el charco. Pasó los últimos cuatro veranos trabajando con la que considera su familia americana en Estados Unidos. Así pudo ahorrar el dinero que le ha permitido cumplir el sueño de su vida: viajar a África.
¿Cuánto tiempo llevas en Sudáfrica? ¿En qué ciudad vives?
Llegué a Sudáfrica el 11 de noviembre, así que llevo aquí casi tres meses. Vivo en iKhethelo Childrens Village (www.iKhethelo.org). Es un centro de niños en Botha’s Hill, a 45 minutos de la ciudad de Durban, KwaZulu-Natal. Este poblado, como lo llamamos aquí, acoge niños huérfanos o con problemas familiares y sociales, algunos de ellos contagiados e infectados de VIH/SIDA.
¿Cómo has acabado allí?
La verdad es que poder ser voluntaria en África siempre ha sido el sueño de mi vida, y era mi meta tras acabar de estudiar. Mi familia americana conocía este lugar, me hablaron de ello y me puse en contacto con el manager. Tras recibir mi visado, hice la maleta y con una gran sonrisa puse rumbo a la que está siendo una gran aventura.
¿Qué te movió a irte?
Por una parte, mi objetivo principal era seguir formándome. Me moví por vivir una etapa de mi vida ayudando a los demás, dando mi tiempo y cariño a quien lo necesitase más que yo. Tenía la curiosidad de conocer otras culturas y principalmente ver cómo trabajan en las escuelas de aquí, sin tantos recursos materiales como podemos tener en cualquier escuela de Euskadi. Tenía claro que iba a venir, y cuanto más leía del lugar, más ganas tenía de montar en el avión y volar hasta aquí. Aunque la mayoría de familiares y amigos me dijeron que no viniese porque es peligroso, porque hay enfermedades… sabía que era ahora o posiblemente nunca. Se me presentó la oportunidad y creo que es una de las mejores decisiones que he tomado. Por otra parte, la falta de empleo entre los jóvenes hoy en día me facilitó tomar la decisión.
¿Por qué optaste por la cooperación? ¿Qué te aporta esta experiencia?
Tal vez porque soy una de esas personas que dan sin tener que recibir nada a cambio. Y si además hay niños de por medio, es mucho más gratificante para mí. Creo que siempre que se tenga la oportunidad y las ganas, es algo que hay que hacer al menos una vez en la vida. Depende de cómo sea cada uno, pero saber que con poco que hagas ese poco es agradecido, es más que suficiente. Día a día la satisfacción aumenta, y estoy aprendiendo mucho de estos niños. Ahora valoro mucho más todo, e ignoro nuestros problemas porque son incomparables con todo lo que han sufrido estas personas. La pregunta debería de ser qué no me aporta esta experiencia, no sé ni por dónde empezar a contestar… Admiro a estos niños por todo lo que han sufrido y lo fuertes que son para seguir y dar lo mejor de sí a diario. Apenas se quejan de nada y comparten lo poco que tienen. Estoy conociendo personas maravillosas que ya forman parte de mi vida.
Un continente distinto, una cultura diferente, ¿cómo fueron los primeros días tras tu llegada?
Jamás olvidaré el día que llegué. Tras 27 horas de viaje, con esperas y demás, por fin llegué a la aduana con mi pasaporte cuando apareció una señora sudafricana desnuda corriendo por el aeropuerto y nadie podía pararla. A esto se le juntó que me vinieron a buscar una hora tarde en una camioneta, y me trajeron por unos caminos por los que no se veía nada por la lluvia y la niebla. Al llegar aquí, no había electricidad, y mi primera ducha fue con agua fría. Todo era nuevo y todo me sorprendía, estaba alucinada con el paisaje, vacas por los caminos, todo el mundo mirándome por ser blanca y estar con negros… Las primeras experiencias vividas fueron muy fuertes, ya que teníamos a una niña de 12 años en el hospital y la daban por muerta. La primera vez que entré en ese hospital fue muy desagradable, incluso salí fuera porque no pude evitar llorar. Más de 60 mujeres de todas las edades en la habitación, muchísima falta de higiene y nuestra niña allí, con todo desconocidos y sin ser atendida. Fue realmente chocante, y los otros voluntarios decidieron no volver, así que me prometí a mí misma que iría todos los días a verle y así fue, hasta que milagrosamente se recuperó; ya está con nosotros. La otra mala sensación fue cuando fui de voluntaria a la escuela donde iban nuestros niños y vi que los profesores eran pésimos. Los niños no estaban aprendiendo nada, y tenían como castigo cavar agujeros durante horas o limpiar todas las clases; eso entre tantos otros problemas. Sólo pude ir dos días, ya que al tercero escribí un informe junto a otra voluntaria detallando la situación, y tras reunirnos con nuestro manager y el director del colegio, decidieron cerrar la escuela. Así que el comienzo fue sólo el principio de la aventura.
¿En qué consiste tu trabajo en Sudáfrica?
No me gusta llamar trabajo a lo que estoy haciendo, porque al ser voluntaria soy libre de hacer lo que pueda y, quitando el alojamiento, pago todo de mi bolsillo. Antes de venir ya habíamos hablado de que iría a la escuela a la que van los niños para ayudar allí, y por las tardes ayudaría en iKhethelo. Una vez cerraron la escuela, decidimos abrir la nuestra propia aquí, así que ahora mismo entre mis dos compañeros y yo estamos enseñando y educando a 19 niños de entre 4 y 13 años. Tenemos casos de niños de 9 años que no pueden leer dos palabras seguidas, o niñas de 12 que no saben deletrear los meses del año. Todo esto quitando que algunos no hablan inglés, y que todo es nuevo para ellos. Está siendo un reto personal, ya que confían en mí para llevar a cabo la idea y, aunque está siendo estresante, en dos semanas hemos notado mucha mejoría tanto en la actitud como en el aprendizaje de nuestros pequeños.
¿Fue complicado el periodo de adaptación?
Ya tenía la idea hecha de adónde venía, así que no fue difícil adaptarme. Lo que más me costó y me sigue costando es adaptarme a su ritmo horario, ya que no saben lo que es la puntualidad. Por ejemplo, si quiero organizar algún evento o juegos para los niños a las 4, tengo que decirles que empezamos a las 3 para asegurarme que están ahí a las 4:30. Una de las cosas que más me sorprendió al llegar es la enorme diferencia que hay entre la comunidad y el pueblo siguiente. Sólo les separa una carretera y el contraste de la riqueza y la pobreza es escalofriante. Por otra parte, también algunas informaciones de la cultura Zulú, como por ejemplo, que algunos piensan que mantener relaciones sexuales con vírgenes cura el SIDA. Por ello, el 80% de las niñas menores de 14 años sufren abusos sexuales, y el 70% de ellas por sus familiares. Información como esa me sigue llegando cada día, y cada dato nuevo es más sorprendente que el anterior. Y del tema de la brujería mejor ni hablar…
¿Están bien valorados los profesionales de tu sector en Sudáfrica?
Sí. Existe una gran diferencia entre los profesores de las escuelas de los barrios o escuelas públicas y privadas. Los profesores de las escuelas de la comunidad son muy vagos, y no hay una buena estructura educativa en las escuelas. Sin embargo, la educación funciona mejor en las otras áreas y escuelas. Actualmente hay una gran demanda de profesores en Sudáfrica.
¿Cómo es tu día a día en Sudáfrica? Y, ¿qué haces en tu tiempo libre?
Mi día a día aquí es un no parar. Me levanto a las 5 de la mañana cuando canta un gallo del barrio, salgo a correr con dos mujeres que trabajan en la oficina porque es peligroso ir sola, doy clases en la escuela, como rápidamente y bajo a la oficina a preparar las clases o ayudar a organizar cosas. A las 4 de la tarde, cuando llegan los adolescentes, les ayudo con los deberes, y de 6 a 7 me siento con ellos para asegurarnos de que leen un poco todos los días, ya que queremos fomentar la lectura. Aquí cada día es diferente. Los hay que tengo que conducir para hacer recados o recoger a los que estudian fuera; depende de lo que haya me piden que ayude en una cosa u otra. ¿Tiempo libre? ¡No recuerdo lo que significa eso! Aquí siempre hay algo que hacer, pero lo que más disfruto es ir a la comunidad a hacer donaciones de comida, juguetes o ropa a otros centros u orfanatos más necesitados, ya que ver las sonrisas de esos niños corriendo hacia nuestra camioneta con la esperanza de recibir algo es lo más bonito. También suelo ir al supermercado, porque nos dan comida con fecha del día, o a acompañar a los mayores a los partidos de los deportes que practican en la escuela. El momento relax de la semana es el domingo de 12 a 2, cuando me encargo de cuidar al bebé que nos trajeron con dos días de vida.
¿Qué es lo que más te gusta de allí?
La alegría con la que vive la gente. Han pasado por situaciones muy dolorosas en sus vidas y eso les ha hecho muchísimo más fuertes, estoy aprendiendo mucho de sus valores. Otra de las cosas con las que disfruto muchísimo es ver bailar y cantar a los niños música Zulú, tienen un ritmo inimitable y unas voces alucinantes. Es algo que llevan dentro, y me encanta verles disfrutar cuando lo hacen.
¿Cómo es el carácter y la forma de ser de la gente de allí?
Depende de cada persona, pero obviamente los blancos y los negros de Sudáfrica no tienen nada que ver; sus culturas son completamente diferentes y eso marca la diferencia entre ellos. Nosotros somos como una gran familia, y por lo que he podido ver son personas amables que se cuidan entre ellos, comparten todo y se ríen mucho. Debido a su cultura, creen en la brujería y existe mucha competitividad entre familias. Aparte, los hombres zulúes pueden tener más de una mujer, y creen que por ser blancos tenemos mucho dinero. Generalmente, hablando son educados y orgullosos de ser de donde son.
Has estado viviendo en el extranjero con anterioridad, ¿qué opinas sobre viajar, salir de casa? ¿Debería de ser obligatorio para todos?
Estuve como au pair en Connecticut durante un año y esa experiencia cambió mi vida; me abrió la mente y aparte de aprender un nuevo idioma, crecí mucho como persona, maduré, aprendí a ser independiente, a controlar mi propio dinero y a valorar aun más a mi familia y amigos. Por mi propia experiencia, hasta el día de hoy creo que debería ser obligatorio salir de casa, aunque sea para probar. Conozco a gente que lo ha intentado y no le ha ido bien, pero a la mayoría nos ha gustado y queremos seguir viajando y conociendo mundo. No solo eso, el salir y el experimentar otras vivencias te abre las puertas a caminos diferentes, y quedándote en casa jamás te lo plantearías. Todavía me queda más de medio año aquí, y ya estoy pensando en cuál será mi próximo destino y lo que haré allí. Eso sí, ¡siempre después de haber pasado por casa!
¿Qué es lo que más añoras de tu tierra?
Es una pregunta que me hace mucha gente y nunca sé qué contestar. Me encantaría tener aquí a mi gente para que pudiesen vivir lo que estoy viviendo y no tener que contárselo poco a poco, porque esto hay que vivirlo para contarlo. No tengo televisión, cortan la electricidad y el agua la mayoría de los días… pero estoy aprendiendo a vivir sin ello. Mentiría si digo que no he imaginado cómo será la vuelta, y lo que quiero para comer en cuanto llegue, así que algún antojo que otro ya he tenido. Después, ¡sólo pido que mi cuadrilla me reciba con una buena juerga! Ahora mismo, un abrazo de los míos me vendría de perlas para seguir ayudando, incluso con más fuerza, pero sus ánimos me llegan día a día y siento que son ellos los que me echan de menos a mí.
En BBN buscamos las historias positivas porque creemos que son esas las que mueven el mundo, ¿cuál ha sido la última buena noticia que has recibido?
Ayer cuando estaba en la oficina, llegó una chavala de 19 años que no pertenece al centro llorando, en busca de ayuda porque está embarazada y no tiene ni para comer todos los días. Después de ofrecerle comida y hablar con ella, me dijo que su única solución era la prostitución, y que le gustaría poder quedarse aquí hasta que nazca el bebé para poder darlo en adopción, ya que ella sola no puede mantenerle. Llamé a la trabajadora social y tras reunirse con ella, decidieron acogerla y ayudarla. Es una muy buena noticia para todos nosotros, ya que ese bebé va a nacer en un entorno donde va a ser muy querido y se le va a cuidar bien.