JAVIER M. DE LA HORRA
La doctora en psicología Alazne Aizpitarte Gorrotxategi imparte un curso de prevención de la violencia en parejas adolescentes del Observatorio Vasco de la Juventud. Crítica con el modelo televisivo de los realitys, asegura que guiados por la audiencia determinados programas muestran un modelo de pareja basado en el conflicto «siendo la población adolescente uno de sus mayores consumidores, y a la vez la población más vulnerable». En esta entrevista recuerda que «los padres y madres no pasan muchas veces el tiempo suficiente» con sus hijos debido a su ritmo de vida y que, mientras tanto, éstos últimos «no paran de alimentarse de los referentes que les rodean, así como amigos y amigas, conocidos y conocidas, programas de televisión, canciones y video clips con continuos mensajes del amor erróneos».
Los últimos estudios reflejan una realidad alarmante: uno de cada tres jóvenes considera aceptable que su pareja le controle. ¿Qué está pasando?
Me parece realmente importante lo que planteas. El tema de control es clave en las relaciones románticas de los y las adolescentes de hoy, y tiene mucho que ver con la concepción del amor y de las relaciones románticas que tienen en mente. Los esquemas que van creando sobre las relaciones de pareja y el amor afectan en el modo en que se aceptan y justifican los comportamientos controladores hacia la pareja. En la medida en que el control se normaliza y se hace más frecuente en sus relaciones y en las de su alrededor, hace que se establezcan y se mantengan relaciones basadas en el control. De hecho, el problema no se trata únicamente de que lo acepten, sino que perciban estas conductas de control como signos de amor e interés hacia el novio o la novia.
Resulta llamativo que algunos jóvenes consideren el machismo como un fenómeno del pasado cuando en realidad sigue vigente. ¿Qué está fallando?
El machismo conceptualizado de una forma tradicional, aunque no ha desaparecido, sí ha disminuido desde pasadas generaciones. No es comparable el nivel de machismo existente en la generación de nuestros abuelos y abuelas, a la que acontece en los y las adolescentes y jóvenes de esta generación. Me refiero a que los y las adolescentes de ahora no son ni serán tan machistas como los de generaciones pasadas. Ahora bien, si que es cierto, que el machismo, aun habiéndose reducido, todavía existe en mayor o menor medida. Pero es importante subrayar que dicho machismo está sufriendo gradualmente una transformación, pasando de un machismo tradicional muy identificable (socialmente muy castigado en nuestro contexto sociocultural y en estos tiempos), a un machismo de corte más sutil, que pasa más desapercibido, y me refiero a los llamados “micromachismos” o un sexismo más sutil, denominado como “sexismo benevolente”. El sexismo benevolente no es tan identificable como el “sexismo hostil” (machismo tradicional), pero transmite la visión de las mujeres como débiles criaturas que han de ser protegidas y al mismo tiempo colocadas en un pedestal en el que se adoran sus roles naturales de madre y esposa. Por lo que, aunque tenga un tono afectuoso y positivo, se sustenta en una diferenciación de trato y de roles en función del sexo.
¿Cómo es posible que perduren las relaciones enfermizas entre adolescentes, que perdure ese sentimiento de propiedad entre las parejas?
Para responderte, tengo que volver otra vez a la concepción del amor romántico que mencionaba al principio de la entrevista. Si ellos y ellas tienen como referentes estilos de relación pasionales, muchas veces confundidas con el conflicto, modos de comunicación dañinos, la posesión y el control como modo de mostrar interés y cariño hacia la persona, y modos de resolución de conflicto negativos e inadaptados al contexto, no cabe duda, de que las relaciones que establezcan no tenderán a ser sanas. A no ser que sean capaces de reflexionar sobre las relaciones románticas desde otro enfoque más sano, que fomenten la autonomía y libertad de la persona, el derecho a la privacidad, dando más valor a ciertos elementos también claves en las relaciones de pareja, como la intimidad afectiva y el compromiso. Además, la sobrevaloración de la pasión, muchas veces confundida por el conflicto, agrava la normalización de dichas relaciones insanas, lo que hace más probable que se mantengan. Hay que poner en duda esos referentes insanos como modelos a seguir, que se tratan muchas veces de modelos de relación muy presentes en los programas de televisión, totalmente centrados en el morbo.
¿Cómo debemos educar a los hijos e hijas para tratar de dar la vuelta a esta situación tan detestable?
Con el ritmo de vida que llevan tanto los padres como las madres, no pasan muchas veces el tiempo suficiente con ellos y ellas. Mientras tanto, los y las adolescentes no paran de alimentarse de los referentes que les rodean, así como amigos y amigas, conocidos y conocidas, programas de televisión, canciones y video clips con continuos mensajes del amor erróneos. Les hace falta una figura adulta que reflexione con ellos y ellas sobre todos esos modelos de relación, que les haga reflexionar sobre las relaciones de pareja y les haga tambalearse esos esquemas erróneos que se pueden estar creando. Tiene que haber un filtro que haga que dichos modelos no se asimilen y se establezcan sin más, como pautas de relaciones románticas normalizadas, y ese proceso tiene que empezar antes de que empiecen a establecer relaciones románticas. Porque no podemos olvidar, de que siendo sus primeras relaciones románticas, están experimentando, y los comportamientos que ponen en marcha son muchas veces modelos que interiorizan de, por ejemplo, los medios de comunicación. Siguiendo el ejemplo, debido a los objetivos de audiencia conocidos por todos, es sabido que estos modelos están basados en el conflicto, siendo la población adolescente uno de sus mayores consumidores, y a la vez la población más vulnerable.
¿Qué papel están jugando las redes sociales y los teléfonos móviles, en definitiva, los nuevos medios de comunicación personal, a la hora de potenciar una relación insana en las parejas?
Me alegra que plantees el papel de las nuevas tecnologías, ya que es un tema clave cuando hablamos de los y las adolescentes de hoy. Han crecido con las nuevas tecnologías, pero esto no quiere decir que su uso cause, o incremente la violencia en el noviazgo. Ni las redes sociales ni los teléfonos móviles potencian el problema, simplemente son un canal que tienen tan accesible que hace que el controlar al novio o a la novia sea una tarea fácil (la hora de conexión al whatsapp, las fotos que se suben a las redes sociales, los comentarios del muro público…). Pero ahora bien, la intención de controlar al novio o a la novia no nace con las nuevas tecnologías, nace por uno mismo, provocado muchas veces por la desconfianza por la otra persona, poca valoración de uno mismo, la percepción de la falta de implicación del otro en la relación, falta de compromiso por el inicio y mantenimiento de la relación, miedo a la ruptura… Estos factores, entre otros muchos, frecuentemente desencadenan situaciones de celos y comportamientos de control hacia la otra persona.
El sexismo y los estereotipos de género perviven entre los adolescentes. Como doctora en psicología, ¿qué propuestas transmite en sus conferencias para tratar de mitigar este fenómeno?
Creo que la clave es el reflexionar con ellos y ellas sobre las formas de machismo más sutiles que persisten hoy en día (como los “micromachismos” y el “sexismo benevolente”), para que no pasen desapercibidos para ellos. Lo que pasa desapercibido, es como si estuviera ausente, y si está ausente no existe ningún problema para ellos y ellas. Creo que son perfectamente capaces de detectar el machismo más tradicional, pero no tanto el más sutil, que es mayoritariamente el que pervive en los y las adolescentes de nuestro contexto sociocultural.
¿Qué le diría a una adolescente cuyo novio le exige el teléfono móvil para consultar sus llamadas o sus mensajes?
Le haría reflexionar sobre lo que significa e implica el concepto de “confianza”. Una relación donde una persona no confía en la otra va a la deriva, y el novio que le exige el teléfono móvil para consultar sus llamadas o mensajes es un claro signo de “falta de confianza”. Esto, aunque parezca simple para los adultos, no lo es tanto para ellos y ellas. Es más, cuando se les pregunta, por ejemplo, si es normal que faciliten sus claves personales a su novio o novia, algunos y algunas dicen que si, seguido por “si confías en esa persona, ¿por qué no?”. Y yo le respondería: “por qué si esa persona de verdad confiase en ti, nunca te lo pediría”. Esto se encuentra en gran medida asociado a la concepción del amor que tienen, como fusión absoluta. Esto hace que en algunos casos infravaloren su autonomía y su privacidad como derecho fundamental, y se vuelquen a la relación como un todo, aún si esto implica la pérdida de su privacidad y libertad de decidir por uno mismo, dándose a la pasión sin límites.
¿Y a quienes confunden el sentimiento de amar con el de propiedad?
Les diría que pueden querer poseer a una persona, e incluso conseguir que esté saliendo con él o ella, pero nunca van a conseguir comprar su cariño, afecto, amor y compañía, y menos de esa forma en que él o ella lo intenta lograr, muy probablemente con control, insistencia y coerción. Es más, el intento de poseer, frecuentemente provoca lo contrario a la cercanía, causa distancia emocional (e incluso física), y esto tiende a disminuir el sentimiento de amor, porque ahoga y degenera la relación. Justamente, el amar sin miedo a la pérdida de esa “propiedad” es lo que provoca relaciones basadas en el “querer estar juntos”, que es muy distinto a “querer poseerte, para que no te escapes”.