JAVIER M. DE LA HORRA
Alba Madinabeitia Ezkurra (Pamplona, 1987) es licenciada en Pedagogía y doctora de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Estudia e investiga los cambios educativos que se producen en la universidad, y en su reciente tesis concluye que Internet y los avances trepidantes de la ciencia hacen que las clases tradicionales tengan cada vez menos sentido. «Las clases presenciales deben poner el énfasis en el componente humano, en las emociones y en la interacción entre las personas», asegura en esta entrevista Madinabeitia, que ha sido integrante del grupo de investigación IkasGura: cambio educativo en la universidad, y profesora e investigadora en la Pontificia Universidad Católica de El Ecuador.
Usted concluye que en la docencia, las clases tradicionales tienen cada vez menos sentido. ¿A qué tipo de clases se refiere y por qué han dejado de tener el sentido que tenían?
Me refiero al tipo de clases expositivas basadas en la transmisión unidireccional del conocimiento, donde el profesorado es omnipresente. Han dejado de tener sentido porque desde que estalló el fenómeno de Internet, las clases tradicionales no responden a las demandas de la sociedad actual, y por ende, al desarrollo de competencias en el alumnado que le permitan desenvolverse en la misma. Por encima de almacenar contenidos, para su desarrollo la sociedad necesita jóvenes que sepan cómo reelaborar y trasladar ese conocimiento a situaciones prácticas, y si es de manera cooperativa, mucho mejor.
O sea que la toma de apuntes en clase debería pasar a la historia…
No creo que deba interpretarse de esta manera. Las clases magistrales cumplen una función importante en la consolidación de lo aprendido, y por ello siguen teniendo gran valor y utilidad. Lo que se debate precisamente es su centralidad en pro de una enseñanza y un aprendizaje más versátil y diversa, donde se combinen con otro tipo de modalidades que pongan el foco en el alumnado.
Tras analizar los efectos del programa Eragin, ¿a qué conclusiones ha llegado?
Visualizando Eragin como la pieza de un engranaje más complejo, puedo afirmar que pese a las resistencias es posible materializar paulatinamente un cambio educativo global en la universidad; que hay una red de activistas entre las y los docentes universitarios, con ilusión y ganas de innovar para que eso sea factible; y que aunque el alumnado percibe este cambio como una oportunidad para mejorar su aprendizaje, hay que conseguir que se sienta más partícipe de este proceso de transformación.
«Que los alumnos hagan y resuelvan». ¿Qué beneficios aporta al alumnado esta visión más práctica?
Muchos. Para mí lo más beneficioso es que dentro del aula se configura un escenario en el que el alumnado aprende a responsabilizarse de su propio proceso de aprendizaje, dicho de otro modo, a ser un sujeto activo en su desarrollo personal y profesional. Para ello, claro está, tiene que desarrollar herramientas de aprendizaje autónomo y colaborativo, como son la activación del razonamiento crítico, la capacidad para tomar decisiones y la resolución grupal de diversas problemáticas, entre otras.
Internet abre una infinidad de posibilidades para llevar a cabo planteamientos educativos más centrados en el alumnado.
¿Qué cualidades debería aunar en su opinión un buen profesor en la actualidad?
No sabría elaborar una única propuesta, pero para mí, un buen profesor es aquel o aquella que vive la docencia con un fuerte sentimiento de responsabilidad social. Creo que en la actualidad puede resultar de gran ayuda ser flexible, dinámico, actuar con iniciativa y sobre todo, ser creativo.
Imagino que este modelo educativo que propone está siendo aplicado en
otros lugares. ¿Dónde se lleva a cabo una educación más acorde con
los tiempos en los que vivimos?
Obviamente el modelo educativo impulsado desde la UPV/EHU se ha configurado mirando hacia otros lugares. Numerosas universidades internacionales y europeas han sido pioneras en la utilización y desarrollo de metodologías activas con evidencias de buenos resultados en los procesos de enseñanza-aprendizaje. Se han tomado como referentes universidades de Canadá, Estados Unidos, Australia, Inglaterra, Holanda y Dinamarca, entre otras.
¿Qué posibilidades abre Internet a lo que podríamos llamar nueva docencia?
Internet abre una infinidad de posibilidades para llevar a cabo planteamientos educativos más centrados en el alumnado. Primero, porque nos permite acceder rápidamente a la información e interactuar con ella, superando las barreras espacio-temporales. Segundo, porque todo esto fija las bases de procesos de enseñanza-aprendizaje más abiertos y flexibles, mejorando así la eficacia educativa. Y por último, siendo un estímulo para el alumnado, eleva su interés y su motivación de cara al aprendizaje.
Si podemos acceder a la información a través de Internet, colgar los apuntes en servidores digitales, parece lógico que las clases presenciales deban centrarse en otros aspectos. ¿En cuáles?
En mi opinión, las clases presenciales deben poner el énfasis en el componente humano, en las emociones y en la interacción entre las personas. En un espacio, como decía antes, diseñado para que el alumnado aprenda de manera autónoma y en grupo por medio de la labor del profesorado que trabaja como guía de este aprendizaje.
¿Está buena parte del profesorado universitario y sus métodos docentes anticuados?
Cada vez son más las y los docentes que se suman a este tipo de iniciativas de innovación metodológica. Muestra de ello son los buenos resultados obtenidos por el programa Eragin, que celebra satisfactoriamente su 5ª convocatoria consecutiva. Eso es una muy buena noticia y sin duda síntoma de que las cosas están cambiando en la universidad.
Un tesis de la UPV/EHU propone cambios en la docencia para que el alumno sea protagonista