Miguel González: «No se puede hacer una separación estricta entre migrantes económicos y refugiados»

JAVIER M. DE LA HORRA

Mientras la tragedia de los naufragios en el Mediterráneo se debate en los despachos de la Unión Europea, Miguel González (Bilbao, 1972) examina in situ, en el norte de África, la dura experiencia por la que atraviesan los miles de subsaharianos que quieren acceder a Europa. «Viven en el bosque, en condiciones de absoluta precariedad, acosados por las fuerzas de seguridad, apaleados cuando intentan atravesar la frontera», relata González, director de la Fundación Social Ignacio Ellacuría a su regreso de Nador (Marruecos). Director, abogado-economista y diplomado en Ciencias Religiosas, Miguel González apuesta por establecer «una política de visados y asilo que no obligue a la gente a arriesgar su vida para alcanzar la protección internacional a la que tiene derecho».

Acaba de regresar de Nador (Marruecos). ¿Qué conclusiones ha extraído del viaje?

Dos conclusiones principales. La primera, la dureza de la situación que viven los migrantes subsaharianos que quieren acceder a Europa: viven en el bosque, en condiciones de absoluta precariedad, acosados por las fuerzas de seguridad, apaleados cuando intentan atravesar la frontera… La segunda, la respuesta solidaria y compasiva que encuentran en tanta gente de buena voluntad, que se compromete con la mejora de sus condiciones de vida y la defensa de sus derechos vulnerados.

Su viaje ha coincidido con una sucesión de desgarradoras tragedias en el Mediterráneo. ¿Qué debe hacer en su opinión Europa ante estos flujos migratorios con un final tan devastador?

En primer lugar, prioritario, garantizar el salvamento de vidas humanas. En segundo lugar, establecer una política de visados y asilo que no obligue a la gente a arriesgar su vida para alcanzar la protección internacional a la que tiene derecho. En tercer lugar, establecer un programa generoso y compartido de reasentamiento de personas refugiadas. En cuarto lugar, atacar las causas de fondo que producen la huída de personas: comprometerse en serio con la paz y con la justicia internacional. Lamentablemente, lo que vemos es una Europa ensimismada, con un enfoque securitario y militarizado ante el drama que vivimos. Es un auténtico escándalo.

El director de la Fundación Ellacuria, Miguel González, acaba de regresar de Nador (Marruecos). FOTO: Archivo
El director de la Fundación Ellacuria, Miguel González, acaba de regresar de Nador (Marruecos). FOTO: Archivo

En el caso libio, ¿huyen de la pobreza, de los conflictos bélicos existentes en sus países o de ambas cosas? ¿Se les debe tratar por tanto como personas inmigrantes o como refugiados?

La gente que embarca en Libia proviene de países como Siria, Afganistán, Somalia, Eritrea, República Centroafricana… Países desgarrados por la guerra. De todos modos, los flujos migratorios son cada vez más mixtos, no se puede hacer una separación estricta entre migrantes económicos y refugiados.

¿Qué tenéis pensado hacer desde la Fundación Ellacuria? ¿Habéis pensado en establecer alguna acción conjunta con otras entidades de intervención social para ayudar en estas últimas tragedias?

Nosotros trabajamos en red con el Servicio Jesuita a Migrantes y a Refugiados, a nivel estatal y europeo. Desde ahí, tenemos programas de acompañamiento, de atención y de incidencia para cambiar las leyes y las sensibilidades sociales.

¿Cómo viven las personas de estos países africanos afincadas en Euskadi el drama por el que atraviesan sus familias y su gente? ¿Qué tipo de consultas y apoyo os hacen llegar?

Mucha gente pide que ayudemos a arrojar luz sobre una cuestión que, salvo en momentos puntuales como éste, queda recluida en la oscuridad y el desinterés.

¿Qué puede hacer el ciudadano de a pie para implicarse y ayudar? ¿De qué forma puede hacerlo?

No pocas cosas, conscientes de nuestro papel importante. Desde dar una respuesta cotidiana en el contexto de endurecimiento de las opiniones sobre la inmigración que se da en nuestra sociedad (esa conversación en el bar que culpa de todo a la gente más débil…), hasta preocuparse personalmente por conocer y entrar en relación con personas de origen migrante, pasando por participar en organizaciones sociales y políticas que abogan por un tratamiento humano, justo e inteligente de la cuestión migratoria.

¿Qué siente una persona como usted cuando contempla situaciones como esta, que por desgracia suceden a menudo y a las que muy pocas veces se hace frente como se debiera?

Mucha rabia, indignación y dolor, y reafirmación en lo importante que es seguir trabajando con humildad en este terreno.

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