Reflexionar sobre el paro juvenil

IGNACIO TORO ARRÚE

No me gusta ser catastrofista, pero dentro de la positiva evolución de la economía española, que se caracteriza por una tendencia al alza en la creación de empleo y una reactivación del consumo, pesa como una losa la terrible lacra del paro juvenil. España sufre la gravedad del desempleo con 5,4 millones de parados –el 23,7%- de la población activa, pero es inaceptable el paro que afecta a los más jóvenes, aquellos que tienen entre 16 y 24 años.

El 51% de los jóvenes españoles están actualmente en paro. Las causas son diversas. Muchos carecen de una formación adecuada para hacer frente a un puesto de trabajo cualificado. Dejaron los estudios en la etapa del boom inmobiliario para realizar tareas sin apenas valor añadido. Cuando la crisis explotó, fueron expulsados de ese mercado sin cualificación ninguna, y ahora navegan sin rumbo, junto con otros jóvenes recién llegados al mercado de trabajo, en una sociedad cuya economía ha cambiado con tal rapidez, que se necesitan nuevas cualificaciones y habilidades profesionales, que lamentablemente no se han incorporado aún al sector educativo.

Pero no es un problema exclusivo de nuestro país. El Fondo Monetario Internacional acaba de presentar el informe Desempleo juvenil en las economías avanzadas de Europa, y ha vuelto a clamar solicitando nuevas reformas en el mercado laboral. Señala que a mediados de 2014, la tasa de desempleo juvenil se situó en el 23%, una tasa sin precedentes en la zona euro y muy superior a la de 2007 (del 15%). Sin embargo, en aquellos países donde la tasa ya era muy elevada al comienzo de la crisis, el problema se intensificó aún más. Es el caso de España (53,3%), Grecia (49,8%), Italia (43,9%) y Croacia (45,5%), según los últimos datos de Eurostat.

Los expertos del FMI insisten en las recetas que ha venido planteando este organismo desde el comienzo de la crisis. Así, apuestan por reducir las cotizaciones sociales a los empresarios; reformar las prestaciones por desempleo para incentivar la vuelta de los parados al mercado laboral y disminuir «la protección en los contratos indefinidos existentes y en los nuevos».

Además, plantean «ajustar» el Salario Mínimo Interprofesional, lo que equivaldría en la práctica a reducirlo. Argumentan que «si los costes laborales se ajustan significativamente a la baja -como ha ocurrido en España- y se mantiene sin cambios el SMI -como ha sucedido- esto puede hacer relativamente caro contratar a trabajadores jóvenes que son pagados con estos salarios». «La carga del ajuste entonces recae de forma desproporcionada en la juventud», aseguran desde el FMI. Por eso, proponen también incrementar el gasto en políticas activas de empleo y volcar todos los esfuerzos en la formación para conseguir el regreso de los jóvenes en paro al mercado laboral.

Las propuestas son polémicas, ya que muchos grupos políticos y sindicales son reacios a cualquier cambio o retroceso en materia laboral, pero hay que reflexionar sobre la situación de los jóvenes, e incentivar la contratación y el crecimiento de este grupo social. Seamos realistas, los empresarios necesitan estímulos para la contratación de jóvenes, especialmente de aquellos que carecen de hábitos de trabajo y formación suficiente o adecuada. Debemos ser prácticos para acertar con las decisiones que resuelvan este grave problema.

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