Manuel Guzmán: «Más allá de la terapia paliativa, el cannabis puede ser un compuesto antitumoral o neuroprotector»

Manuel-Guzmán

LIBE MIMENZA CASTILLO

Manuel Guzmán (Madrid, 1963) es catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad Complutense de Madrid. Presidente de la SEIC, académico de la Real Academia Nacional de Farmacia y gestor-colaborador del Programa de Biomedicina del Plan Nacional de I+D+i, disertará en el Paraninfo del Bizkaia Aretoa de la UPV/EHU a partir de las 19.00 horas en una nueva edición de las conferencias abiertas al público y de caracter divulgativo sobre la investigación en neurociencias Achucarro Forum organizado por Achucarro, Basque Center for Neuroscience. Guzmán lleva más de 15 años centrado en el estudio de los componentes del cannabis, de sus efectos y de su utilidad terapéutica, especialmente en los terrenos de la oncología y la neurodegeneración.

Su trabajo ha permitido caracterizar nuevos mecanismos de acción y efectos y también sugerir nuevas implicaciones fisiopatológicas. En esta ocasión intentaremos establecer el estado actual de la investigación y la aplicación terapéutica. ¿Será posible avanzar más allá de las terapias paliativas y emplear el cannabis como elemento antitumoral y neuroprotector?

En la conferencia hablarás sobre los efectos que produce el cannabis en el cerebro, pero antes de nada, ¿qué componentes tiene el cannabis y cómo actúan?

El cannabis es una sustancia que tiene unos principios activos al igual que pasa con otros extractos de cualquier otra planta, como pueden ser el café o la hoja de coca. Muchos principios activos de las plantas son muy complejos porque tienen muchos tipos de componentes y, obviamente, sus efectos o riesgos dependen de la composición química que contengan.

En el cannabis, el principal componente psicoactivo, el que produce más efectos sobre nuestra capacidad mental y cognitiva es el tetrahidrocannabinol (THC), pero hay un segundo componente en la planta que también es muy relevante en cuanto a la acción que esta produce sobre nuestro cerebro: el cannabidiol (CBD), que tiene efectos muchas veces contrarios al del THC; concretamente, más relajantes, más ansiolíticos y más antipsicóticos.

Los efectos que produce el cannabis en nuestro cerebro dependen, en gran medida, de la concentración que la planta tenga de esos dos componentes. Por lo tanto, lo primero que hay que tener en cuenta es que el cannabis produce unos efectos u otros en función de su composición, condicionado a su vez, con qué persona lo tome, la edad, los hábitos de consumo, la sensibilidad intrínseca que tenga esa persona a los efectos de la planta como a cualquier otra droga o a cualquier medicamento…

¿Cuáles son los efectos positivos y negativos de esos componentes?

Si estandarizamos lo que el cannabis produce en nuestra mente, tenemos, por un lado, unos efectos que resultan generalmente positivos para el tratamiento de algunas enfermedades, denominados como efectos terapéuticos del cannabis. Estos efectos se manifiestan en forma de inhibición del dolor, inhibición de los movimientos no deseados de algunas enfermedades que transcurren con tics o espasmos como la esclerósis múltiple, inhibición de la náusea y del vómito en pacientes que están con tratamientos de quimioterapia en casos de cáncer o incremento del apetito y de un perfil metabólico que haga que los nutrientes se asimilen mejor en casos de personas que están sufriendo una pérdida de peso masivo, por ejemplo. Esos son los efectos terapéuticos deseados. Claro está, dependen siempre del contexto: si una atleta quiere correr la final olímpica de cien metros, obviamente no sería bueno que se tomará un porro antes, porque de esa forma disminuiría su capacidad motora.

Por otro lado, tenemos los efectos relacionados con la salud mental: efectos ansiolíticos, antiestresantes, relajantes, efectos que ayudan a impedir el insomnio, mejorar el tono vital, el hedonismo, la risa, las ganas de vivir, la comunicación social… Aquí nos encontramos con un balance complejo frente al que el consumidor deberá saber si el cannabis, como cualquier otra droga, le sienta bien o le sienta mal. Hay personas que no lo toleran de forma adecuada, por lo tanto, para esas personas los efectos positivos que incluyen las funciones ansiolíticas, antidepresivas, mejora del humor, del tono vital o aumento de interacción social descritas no existen y, en cambio, sufren los efectos negativos que se asocian a «un mal viaje»: la fobia, la psicósis, las paranoias…

Estos efectos dependen mucho de la composición química de la planta (el THC normalmente es un componente más psicótico mientras que el CBD produce un efecto más antipsicótico, más relejante) y también de la constitución biológica del consumidor o del componente asociativo que establece el consumidor con su entorno.

Por lo tanto, el cannabis tiene efectos, por un lado, terapéuticamente deseables para algunos pacientes y, por otro, efectos asociados a su consumo recreativo que pueden hacer que haya gente a la que el cannabis le sienta bien, gente a la que el cannabis le siente mal y gente a la que depende. En ese sentido no es distinto a otras drogas, por lo que cada consumidor debería de conocer su tipo de organismo para explotar al máximo los efectos placenteros del cannabis acotando todo lo posible los riesgos del consumo.

¿Podríamos decir entonces que el cannabis tiene dos componentes químicos: uno “malo” y otro “bueno”, el terapéutico?

No. Uno es el componente de riesgo, en cierto sentido, ya que la mayoría de los efectos terapéuticamente buscados del cannabis también se deben al THC. Buscando un cannabis terapéutico, hoy en día hay bastante acuerdo de que lo más seguro, el tipo de cannabis que cubre un espectro más amplio, son las plantas con un alto contenido en THC y con un alto contenido en CBD. De esta forma se aprovechan los efectos terapéuticos de los dos compuestos, y con el CBD se impide que el THC pueda dar lugar a efectos negativos no deseados. Esto a su vez tiene matizaciones, hay situaciones en las que conviene más utilizar plantas ricas en THC, por ejemplo para el caso de la epilepsia, y en otras ocasiones, puede ser más interesante utilizar plantas más ricas en CBD, por ejemplo para el efecto analgésico.

Y, ¿qué pasa con el consumo recreativo? ¿Qué tipo de cannabis se comercializa en la calle?

En cuanto al consumo recreativo, la inmensa mayoría de las marihuanas que se fuman son muy ricas en THC. Pueden tener una relación de THC-CBD de aproximadamente 50 veces, es decir, son prácticamente solo THC. Esas marihuanas están asociadas a los efectos del colocón y son más de riesgo ya que el TCH si no se tolera bien puede pasar a un espectro negativo de acción con brotes psicóticos, fobias, paranoias… Para lo bueno y para lo malo, el THC es el componente más activo de la planta y el CBD es un componente reductor de los efectos no deseados de la planta, además de tener algunos efectos terapéuticos importantes; el más relevante tal y como he señalado, el efecto antiepiléptico.

¿Hoy en día, cuál es la situación de la investigación de las posibles propiedades terapéuticas del cannabis a nivel mundial? 

Aunque el uso del cannabis empezó muy probablemente más relacionado con el uso psicoactivo, terapéuticamente tiene básicamente dos siglos de historia. Lo que está claro es que en los últimos 20-30 años ha habido un resurgir muy fuerte, una gran investigación sobre cannabinoides y esto ha hecho que renazca el interés de sus posibles propiedades terapéuticas y también el entendimiento de cómo el cannabis actúa como droga en nuestro cerebro. Eso ha generado que haya muchas compañías farmacéuticas, muchas asociaciones o muchos pacientes que se hayan vuelto a interesar por los cannabinoides como medicamento. Hay muchos pacientes en regulación de uso terapéutico del cannabis, en proyectos de dispensación de cannabis medicinal que se han desarrollado en los últimos años, por ejemplo en algunos sitios de los Estados Unidos, en Uruguay, en Canadá o en Israel. Todos estos proyectos son bastante ilusionantes y nos permiten ver el futuro del cannabis terapéutico con un cierto optimismo. Además, a modo personal, pienso que la sociedad, en este caso los pacientes que consumen cannabis, van muy por delante de nuestros gobernantes. También se ha conseguido socialmente quitarle ese estigma de planta maldita y normalizar en la práctica su uso.

¿La situación es la misma aquí?

Quizá no haya grandes diferencias con lo que ocurre en España en comparación con los países del entorno, pero aquí, en general, yo creo que se ha ido avanzando en los últimos años un poco más deprisa y esto puede obedecer a una combinacion de factores con una actividad muy intensa y colaborativa en la investigación científica sobre el cannabis y los cannabinoides. Tenemos una sociedad estatal, la SEIC, que agrupa a más de 200 investigadores sobre el cannabis, además, todo el mundo te dice que es este uno de los países en donde se hace más investigación científica colaborativa sobre el cannabis y los cannabinoides.

La sociedad en general, ya está bastante habituada al consumo recreativo del cannabis, ha habido resquicios legales que afortunadamente han permitido el surgimiento masivo de clubs, sociedades canábicas, las cuales han abierto una puerta sin duda a muchos pacientes y a muchos consumidores para conseguir cannabis y poder utilizarlo de una manera menos arriesgada en términos legales. El trato que se le da poco a poco se va normalizando, en algunos medios de comunicación por ejemplo. Además, ya se han establecido las primeras plantaciones legales de cáñamo para uso comercial e investigador. Es decir, yo creo que ha habido una serie de avances que nos permiten ver el futuro con optimismo, pero todavía nos queda mucho camino que recorrer para conseguir una normalización de consumo tanto recreativo como medicinal.

Su trabajo en este campo ha permitido caracterizar nuevos mecanismos de acción y efectos de los cannabinoides. ¿Cuáles son esos nuevos efectos?

Nuestra investigación está encaminada sobre todo a entender el efecto del cannabis en dos campos de la medicina: una es la oncología y otra son las enfermedades neurodegenerativas.

En el caso de la oncología, nuestro trabajo ha permitido sugerir que los cannabinoides, los principios activos del cannabis (especialmente el THC), pueden ser compuestos antitumorales; compuestos que inhiben el crecimiento tumoral al menos en algunos tipos de cáncer, como los cánceres cerebrales y los cánceres de mama. Y hemos hecho muchos estudios durante los últimos 15 años en ratones y ratas para intentar establecer en laboratorio las propiedades antitumorales de los cannabinoides; ahora nos falta dar el salto a pacientes. Hace dos años hicimos un primer estudio clínico, en colaboración con el Hospital Universitario de La Laguna (en Canarias) para intentar establecer en una corte pequeña de pacientes con tumores cerebrales si el uso de los cannabinoides es seguro, que es lo primero que hay que probar con un medicamento cuando se va a la clínica, y luego, si podría haber algún efecto potencialmente terapéutico. Observamos que, en efecto, el consumo es seguro, no hay efectos secundarios asociados al uso medicinal en estos pacientes y sí que observamos una primera tendencia a que estos pacientes sobrevivieran durante más tiempo y tuvieran un crecimiento menor del tumor. A raíz de este estudio piloto hay hoy en día un estudio en marcha en el Reino Unido en el que se intenta establecer si el THC y el CBD pueden tener un efecto antitumoral en pacientes con tumores cerebrales; probablemente en un par de años pueda dar resultados.

Nuestro grupo sigue trabajando en otros tipos de cánceres, como el de mama, los tumores pancreáticos, los tumores de piel, etc. Poco a poco esperamos que este conocimiento de laboratorio se vaya extendiendo a la clínica para intentar dilucidar si realmente los cannabinoides son compuestos antitumorales que puedan ser válidos para el tratamiento de algunos cánceres humanos.

Por otro lado, hay muchas enfermedades neurodegenerativas que están asociados en gran medida al envejecimiento y quw cada vez tienen más incidencia, como por ejemplo, la enfermedad del alzheimer o la enfermedad de parkinson. Por lo tanto, otra línea de trabajo es intentar dilucidar si los cannabinoides son compuestos neuroprotectores, es decir, si son compuestos que impiden la muerte neuronal asociada a estas enfermedades neurodegenerativas. Nuestro estudio se centra, sobre todo, en una enfermedad que se llama enfermedad de Huntington que tiene menos incidencia que el parkinson o el alzheimer; pero a su vez, es una enfermedad también muy agresiva. Hemos observado que el THC es un compuesto neuroprotector en esta enfermedad y estamos ahora en vías de ir a la clínica para ver si los cannabinoides ejercen un efecto neuroprotector.

Entonces, ¿podemos decir que el cannabis puede ser nuestro aliado en el campo de la oncología y en la neurodegeneración?

De momento es difícil de saber. Nosotros estamos investigando los cannabinoides como agentes antitumorales y neuroprotectores, sabemos que es una apuesta arriesgada. Otra cosa son los efectos paliativos, eso a día de hoy está mejor establecido. En un paciente de cáncer que esté tomando quimioterapia, los cannabinoides pueden ser inhibidores de las náuseas y de los vómitos, favorecedores del apetito, etc. pero ese no es un efecto antitumoral; es un efecto para mejorar la calidad de vida del paciente. Lo mismo ocurre en un enfermo de esclerosis múltiple que tenga espasmos; los camnnabinoides pueden boquear y atenuar esos espasmos. En esos casos, no estamos luchando contra la causa de la enfermedad, estamos utilizando el cannabis en términos paliativos para mejorar la calidad de vida del paciente. Esos efectos de calidad de vida ya están establecidos; pero si damos un paso más, los efectos antitumorales y los efectos neuroprotectores no están ni mucho menos establecidos en pacientes todavía, sí en algunos modelos de laboratorio con ratones y ratas. Por lo tanto, en términos paliativos el cannabis es un aliado para los pacientes ya demostrado, en términos curativos todavía no lo sabemos.

Siempre que hablamos de cannabis aparece la legislación. ¿Cree que se debería de legalizar el cultivo y el consumo?

Sí, yo como ciudadano soy totalmente partidario de la legalización del cannabis. Creo que el cultivo y el consumo del cannabis debería de ser libre y que el estado debería de aportar información clara, objetiva y rigurosa sobre los posibles efectos y riesgos de la planta, y más concretamente, de las sustancias psicoactivas. De manera que luego, cada ciudadano decidirá libremente si quiere consumirla o no y en caso afirmativo cómo consumirla. Obviamente respetando los derechos y las libertades de los demás.

Creo que el estado también debería velar por la calidad de las preparaciones de cannabis que se utilizan con fines comerciales, exigiendo por ejemplo un analisis minucioso de cannabinoides, de pesticidas, de microorganismos… para que el consumidor tenga una información adecuada sobre la calidad del producto. Además, sería por supuesto importante revisar las restricciones legales que existen hoy en día sobre su uso terapéutico que impiden a los médicos supervisar y prescribir el uso de preparados de cannabis o poder monitorizar a los pacientes que están consumiendo cannabis medicinal porque, de hecho, ya muchos pacientes consumen el cannabis (a escondidas) y esto me parece absurdo que no se pueda llevar a cabo con asesoramiento y observación por parte de expertos.

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