Ramón Barea lee un texto inédito de Blas de Otero en el aniversario de su nacimiento

REDACCIÓN BBN

El Área de Cultura y Educación del Ayuntamiento de Bilbao celebra este lunes 16 de marzo el aniversario del nacimiento del poeta bilbaíno Blas de Otero (1916-1979), con una lectura a cargo del actor Ramón Barea, del texto en prosa que dejó inédito el poeta “Historia (casi) de mi vida”. La sesión comenzará a las 19.30 horas, en el salón de actos de la Biblioteca de Bidebarrieta, con entrada libre hasta completar el aforo de la sala.

Un año más, el Área de Cultura y Educación conmemora el día institucional de Blas de Otero –que es este domingo–, con un acto para recordar la vida y obra de uno de nuestros más insignes poetas. La sesión será presentada por Sabina de La Cruz, presidenta de la Fundación Blas de Otero y viuda del poeta, que es además una de las mayores estudiosas y conocedoras de su obra.

El escritor bilbaíno Blas de Otero. FOTO: Fundación Blas de Otero
El escritor bilbaíno Blas de Otero. FOTO: Fundación Blas de Otero

Lectura de un texto inédito

En esta ocasión, el acto girará en torno a un breve texto en prosa “Historia (casi) de mi vida”, en el que el autor va dando saltos y rinde cuentas de su vida y obra. Pondrá voz al poeta el reconocido actor bilbaíno Ramón Barea, con acompañamiento musical del dibujante, músico y crítico de jazz, Naiel Ibarrola.

Ramón Barea es actor, dramaturgo, director de teatro y realizador cinematográfico. Ha participado en más de un centenar de películas y cerca de medio centenar de cortometrajes, entre ellas óperas primas de Alex de la Iglesia, Enrique Urbizu o Pablo Berger. En televisión ha intervenido en muchas de las series de los últimos años. En 2013 recibió el Premio Nacional de Teatro.

Primeros párrafos

A continuación se pueden leer los primeros párrafos de «Historia (casi) de mi vida”:
…Con todos mis errores

acerté el camino.
Historia de mi vida
A los cincuenta y tres años de mi vida

comienzo a caminar de otra manera:

el paso tardo y la esperanza fuera,

como un arado uncido a su mancera.

A los cincuenta y tres años de mi vida

el soneto es distinto, las vocales

más anchas, los apóstrofes iguales

y los naufragios más originales.

He vivido volcándome en los días

y ascendiendo las noches destrozadas,

entre cristales rotos y alegrías.

Viviré con los ojos bien abiertos

entre golpes de olas y de azadas.

Como escuchan los hombres. Como miran los muertos.

Lo primero que recuerdo es que no recuerdo nada. Yo sé que había nacido, incluso que andaba a gatas o trepaba hacia el seno de mi madre, mas ignoro qué sentía, veía, escuchaba o vislumbraba por aquellos años. De pronto, aparezco en Hurtado de Amézaga, en el número 52, aquella casa con terraza y pérgola que construyó mi padre en los años de la primera guerra, que tan provechosa resultó para los industriales y almacenistas bilbaínos. Debajo de nuestro piso -esto lo supe más tarde- vivía don Genaro, un belga director de la Compañía de Tranvías, y durante los días de huelga yo oía decir que peligraba su vida ante un posible atentado anarquista. Era aquel un piso grande, amplio, de buena burguesía, con dos o tres muchachas -Candelas, Margarita- a nuestro servicio y un gran comedor donde un atardecer Julia me mostró su muslo blanco, y ante cuyos cristales yo me quedaba pensativo, mirando la triste, fina lluvia de mi país.

Ahora estoy en Madrid, en el colegio de la calle de Atocha, donde conocí a María del Carmen, jarroncito de porcelana, que tanto iba a suponer en toda mi vida sentimental y hasta poética. Era una chiquilla encantadora, con un trajecito verde con cuello de puntilla blanca, cutis de sèvres y pechitos apenas insinuados. Era la imagen de la santísima virgen y del niño Jesús al mismo tiempo, pero nosotros nos íbamos al Retiro a retozar en los verdes bancos o entre los troncos; todas las noches, a lasalida de la clase, la acompañaba hasta su portal en Espoz y Mina, y mírala la pilla ella que, contemplando el escaparate de la joyería de enfrente, me dice que mañana domingo se queda en la cama hasta la una, de modo que la misa voló y yo me quedé asombrado, casi un poco asustado pero admirado profundamente. (…)

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