GAIZKA ESPARZA
Leopoldo Abadía tiene 80 años y sigue con una actividad frenética. Saltó a la fama gracias a La Crisis Ninja, un documento con un alto valor pedagógico en el que razona sobre la crisis económica mundial. Ese documento se convirtió en un libro superventas y hoy, su blog cuenta con más de 5 millones de visitas procedentes de todo el mundo. En su último libro se desmarca; deja de lado el universo económico para centrase en una faceta mucho más personal para contarnos Cómo hacerse mayor sin volverse un gruñón.
Con su habitual sentido del humor, en esta entrevista con BBN nos cuenta cómo el hecho de que «la carcasa se estropee un poco con los años, no puede valer de excusa para amargarse la vida, ni amargársela a los demás, diciendo a cada instante lo que le duele a uno o le deja de doler». Abadía confiesa que no hace «nada especial» para cuidarse, y que no ha hecho ejercicio en su vida. Sus recetas para mantenerse en forma pasan por vivir una vida normal y tener la cabeza clara estando al día.
Asegura que es fundamental tener una visión global de todo lo que ocurre a nuestro alrededor. Las nuevas tecnologías ¿le han ayudado en esta tarea o a veces se la han complicado?
Me han ayudado muchísimo. Yo me defiendo con las nuevas tecnologías, aunque no las domino. En la familia tenemos un grupo de WhatsApp y cuando por las noches lo miró, me suelo encontrar con unos 70 mensajes. Menos mal que la mitad de ellos son jajaja y jejeje. Luego contesto algo escribiendo con un solo dedo. Además estoy en Twitter y Facebook. Yo creo que es muy bueno que la gente de cualquier edad sepa que hay cosas nuevas. Saber que ahora consigues información en Internet que antes tenías que ir a buscar a las bibliotecas.
Mucha gente mayor deja de interesarse por el presente y acaba viviendo de recuerdos. ¿Qué les diría a todos aquellos que viven el hoy pensando en el ayer?
Que no, que no, que lo arreglen pronto. Cuando la gente dice eso de “en mis tiempos”, yo les respondo “oye, mis tiempos son estos”. Claro que me acuerdo de hace veinte años, aquellos fueron mis tiempos, pero no son mis tiempos ahora. Alguno se ha quedado en el siglo pasado, diciendo qué maravilla era aquello. Pero aquello era bueno para aquella época y no para esta. No me gusta el concepto de brecha generacional, somos todos iguales y todos vivimos en nuestro tiempo.
¿Es quizá esa falta de adaptación a los nuevos tiempos la que puede provocar el mal humor en algunas personas mayores?
Puede ser. Lo que si es cierto es que muchas veces uno tiene que saber callar. Tenemos a uno de nuestros nietos viviendo con nosotros, y él nos cuenta cosas. Son cosas que hacen los chavales ahora y que seguramente se parecen mucho a las que yo hacía de pequeño, y nos hacen gracia. A veces cuenta negocios que se le ocurren y resulta que a ti se te ocurrió hace 30 años y fracasó. Pues, en vez de decirle «eres un desastre o no hagas esto» , hay que explicarle porqué te fue mal a ti y animarle a que él lo haga a su manera porque igual acierta, porque los tiempos han cambiado también. Me parece que el viejo tiene que hacer una labor de ser muy normal en las relaciones con la gente que es menos vieja. Y lo que no se puede es estar todo el día diciendo lo mal que se vive, el frío que hace, lo que me duele la espalda, o que toda la generación actual es peor que la nuestra.
Sin embargo, usted afirma que carpe diem puede ser una preciosidad de frase o una estupidez. Explíquenos esto.
Carpe diem es bueno en el sentido de decir ocúpate de lo de hoy. No te entretengas en sueños de un pasado maravilloso, que ahora lo tienes totalmente idealizado, o de un futuro esplendoroso que no sabes si llegará. Pero el carpe diem en el sentido de comamos y bebamos que mañana moriremos, me parece una tontada como la copa de un pino.

Dice en su libro que ser mayor no da derecho a que uno se enrolle como las persianas ¿Cree que es un mal muy extendido entre la gente de su edad?
El mayor problema, que también es una ventaja, lo causa la experiencia. Batallitas tenemos todos. Mis nietos me llaman por teléfono y me cuentan las suyas. Lo que ocurre es que un chaval de 20 años tiene menos que un tío de 80, por el simple hecho de haber vivido menos. Contar batallitas creo que es bueno, con tal de que no des la vara a la familia o al que tiene la mala suerte de estar contigo. Pero esas leyendas familiares, que no son 100% exactas, hacen que la gente se divierta, y me parece que el viejo tiene que ser mantenedor y adornador de esas historias. Todas las cosas hechas en su justa medida son buenas, lo que no puede ser es que alguien diga «que frío hace» y empezar con que en la batalla del Ebro sí que hacía frío. Eso no le importa a nadie.
En el libro explica que tiene la responsabilidad de formarse continuamente para no caer en el error de decir cosas sin argumentar ¿Qué es lo último que ha leído que le haya hecho cambiar alguno de sus puntos de vista?
Bastantes cosas que leo me hacen cambiar el punto de vista o me hacen adquirir un punto de vista que no tenía en absoluto. Soy incapaz de leerme libros gordos de economía, por ignorancia, no por otra cosa. Me defiendo muy bien leyendo un par de periódicos diarios, y una revista americana los sábados y domingos. Con todo eso me voy haciendo una composición de lugar. Después, mis profecías no se las cuento a nadie, con lo cual si acierto muy bien y si no, mantengo el prestigio. A veces, lees una noticia y dices… «pues lo que yo pensaba la semana pasada no estaba bien, este me ha aportado otro punto de vista». Creo que es la agilidad mental la que te mantiene… iba a decir joven, no se si joven, pero por lo menos la que te mantiene sin decir «esta es mi opinión». La mayor parte de las cosas son opinables.
Hay otra idea que expone en su libro que me gustaría que nos explicara. Usted dice que «la globalización de la indecencia se derrota con la globalización de la decencia».
Como la globalización de la indecencia es el resultado de millones de actos indecentes, la globalización de la decencia tiene que ser el resultado de la globalización de actos decentes, lo cual es bastante difícil. Me parece que, al final, nos tenemos que dar cuenta de que no se puede hablar en plural de la decencia o la indecencia. No se puede generalizar diciendo que todos los ricos son así o que todos los pobres son así, porque hay ricos fenomenales y ricos desastrosos, y viceversa. La indecencia que se ha extendido por el mundo no ha sido mas que el resultado de actos indecentes hechos por sinvergüenzas, nada mas.
¿Viene a decir con esto que se necesitan actos individuales para que la gente vuelva a creer en el ser humano?
Cuando me dicen hay que cambiar el sistema digo, fenomenal, ahora asegúrame que en el próximo sistema no va a haber sinvergüenzas. Si yo soy un sinvergüenza y me cambias el sistema, en tres días sabré el modo de torearlo. Por eso no creo en absoluto en los códigos éticos. Cuando un partido político dice hemos hecho un código ético, yo me parto de risa, porque el sinvergüenza que hay en ese partido seguro que piensa que ese código se lo salta en el fin de semana. Creo que no deben ir por ahí los cambios. Al final, la culpa de todo lo bueno o malo la tenemos los individuos. Las castas no existen, las castas están formadas por personas individuales.
Usted se hizo conocido con su libro La crisis ninja y su pedagógica explicación sobre la crisis económica mundial. En 2012 llegó El economista esperanzado, en el que anunciaba los primeros síntomas de salida de la crisis. Sin embargo, en pleno 2015 todavía esa recuperación es percibida como lejana por buena parte de la ciudadanía. ¿Qué análisis haría a día de hoy?
Me gustan los datos que indican que vamos a crecer un 2%. Prefiero que digan eso a que digan que no vamos a crecer, pero no me olvido de todas las personas que están sin empleo. Así todo, me parece que estamos en el buen camino. Soy totalmente partidario de la austeridad, porque creo que hay que ser austeros en el sentido de gastar con la cabeza. Pero tiene que ser austeridad combinada con el crecimiento y el crecimiento viene de la mano de los bancos y los bancos han hecho el idiota y no han cumplido.